¿Cómo poder separar un río de lo que comprendemos por naturaleza?, ¿cómo podemos separar un río de la montaña?, ¿y del valle?, ¿y de su desembocadura…?, ¿dónde comienza el agua dulce y dónde el agua salada?, ¿quién lo sabe?…
Sabemos que, por lo general, los ríos son afluentes de otros ríos más caudalosos, suman sus aguas a otros, o desembocan en la mar. Nacen de todo tipo de lugares, desiertos, junglas, montañas, subterráneos, y de un sin fin de misteriosos recovecos que muchas veces ni se conocen, pero todos tienen una característica común, por sus caudales fluyen las aguas. A veces corren rápido, en otras ocasiones son auténticos bálsamos de paz, incluso se pueden llegar a parar o estancar, los podemos percibir de distintos colores, oscuros, cristalinos, claros, turquesas, y de un sin fin de matices. Pues bien, nosotros somos iguales, transportamos agua, algunas veces clara y fresca donde viene las aves a beber y en otras ocasiones turbias y estancadas, donde crece la enfermedad. La gran diferencia es que el hombre tiene la peculiaridad de poder transformar, limpiar e incluso purificar esas aguas, con la ayuda del sol, las sales, y un sin fin de sustratos que están ahí para ayudarle.
¿Conoces la calidad de tus aguas?, ¿conoces la calidad de tus pensamientos?, ¿conoces los derroteros por donde estás viajando?, ¿llegarás a la mar o estás viajando colina arriba?. ¿Cuántos ríos conoces que fluyan en dirección contraria?. Pues al igual que los ríos, los vientos, las aves migratorias, las montañas y las estrellas, el hombre y la mujer tiene una dirección marcada, y en nuestras manos está la decisión y capacidad para afinarnos con ellas, de lo contrario nos estancaremos, nos convertiremos en un auténtico cenagal plagado de mosquitos y quien sabe qué.
Muchas mañanas nos levantamos dispuestos a cambiar, a buscar ese cauce que está listo para nosotros, hasta que un tronco, unas veces más grande, otras veces más pequeño, se pone en nuestro camino y nos salimos del trayecto marcado. Pero, ¿recuerdas lo que hacen siempre las aguas?…, vuelven a su cauce.
¿Cuántos pueblos hemos visto que han sido devastados, arrasados completamente por estar cerca o encima de lo que anteriormente era un río, una costa o un paso vivo de agua?. Las aguas siempre regresan a su cauce, a no ser que se estanquen, y aún así, cuando el sol las calienta se evaporan viajando hasta las nubes para descargan en otro lugar. Ahora, ¿te gustaría pasar una eternidad oliendo mal, pudriéndote, soportando plagas antes de calentarte tanto que tengas que evaporarte?, si es que tienes suerte.
Todos, sin excepción, sentimos en algún momento de nuestra vida esa dirección clara y marcada, también sentimos los troncos y palos que se ponen por medio, pero bien, podemos desbordarnos y salirnos o podemos hacer una balsa con la que viajar río abajo hasta llegar al mar. De ti depende. Si no sabes cómo juntar y atar los troncos, cómo aprovechar los largos palos para hacer remos, o ladear las rocas que se encuentran en los rápidos, siempre puedes preguntar a algún marino que se haya adentrado aguas adentro para que te indique por dónde llegar a la mar. Y si realmente tus heridas necesitan de la sal del mar para sanar, antes o después llegarás. Eso si, aprende del viaje, de los distintos escenarios, vegetaciones, faunas, culturas, cada lugar es un regalo, una oportunidad, puedes bañarte en aguas cálidas, frías, disfrutar de las aves, dormir contemplando la variedad de cielos posibles, los atardeceres. Aprende a remar en los momentos que hay que remar para avanzar o direccionar la balsa y a descansar en los momentos que la suave corriente te desplaza. Viaja poniendo en práctica lo que aprendes, ábrete a la posibilidad de que quizás un día llegues al basto océano, sé sincero y reconoce tus dificultades, pues habrá escenarios en los que las pirañas, culebras y cocodrilos acechen por tu vida. Y cuando pases por un lugar nuevo, mira al cielo y recuerda que tienes un origen y que tienes un destino que aguarda pero demanda de ti, si no créeme que no te moverías, estarías fijo en la orilla como una piedra o una planta, y aún así estarías viajando.
Así que ponte manos a la obra, comienza a reconocer todas esas cosas que te sacan del cauce para poder usarlas en tu beneficio, saca el aprendizaje y sigue avanzando, y cuando sientas que las aguas se ponen bravas, acuérdate de los marinos que ya llegaron a la mar y cruzaron el océano.